

HOY LLUEVE
“Odio a la lluvia, la odio con todas mis fuerzas, más que a las lagrimas, que son las gotas que se derraman por tus mejillas, y a mí me hacen añicos el corazón.” “No la odies”, te dije, “si odias a la lluvia tendrías que odiar también al arcoíris. Que es tan hermoso como los rayos del sol que se reflejan en tus pupilas”.
Para mí la lluvia es la añoranza de una infancia. Es la inocencia de una niña, a la que le gustaba pisar y saltar en los charcos, arriesgándose a sufrir una reprimenda al llegar a casa. “¿Qué has hecho con las botas nuevas?, ¿qué son todas esas salpicaduras en la ropa?” Preguntaría enfadada una madre, que no comprende que la lluvia puede ser el más divertido de los juegos.
La lluvia es una pareja de enamorados, compartiendo respiración mientras se empapan de prematuras promesas de amor eterno, en esa fracción de segundo detenida, en la que son capaces de construir su propia eternidad.
La lluvia es el fuego de una chimenea sobre el que se congrega una familia, que intercambia sonrisas, y charla sobre las pequeñas cosas de la vida, mientras oyen el repicar de las gotas en el cristal y rebosan alegría por tenerse unos a otros.
La lluvia es romanticismo en estado puro, es cine, es música. Sin ella no habríamos visto la magnífica escena de Gene Kelly en “Singing in the rain”, a Sophie pidiéndole a Julien que no la abandone ¿capaz o incapaz? , el apasionado beso de Holly y Paul en “Desayuno con diamantes”, la intensa declaración de amor de Mr Darcy a Lizzy Bennet en “Orgullo y prejuicio”. Axl Rose no hubiera compuesto “November rain”, ni Prince la inolvidable “Purple rain”
Es silencio y serenidad, es inspiración, es olor a tierra mojada… Si no fuese por la lluvia jamás valoraríamos los días soleados. Así que, «deja el paraguas, agárrame la mano fuerte muy fuerte, y deja que la lluvia nos arrastre el dolor.»