Sonríe, siempre.
Me pregunto quién o qué te ha robado la sonrisa, la risa, la carcajada. Tiene que doler, y mucho, despertarse por las mañanas con el corazón en un puño y sintiendo que algo malo va a pasar. Permanecer en constante intranquilidad y sentir como si de un momento a otro el alma se te fuera a salir del cuerpo y te fallaran las fuerzas para agarrarla. ¿En qué momento pasamos de estar bien a ser muñecos de trapo con movimiento?
Los recuerdos parecen algo lejano, y cada día te levantas esperando encontrarte mejor, que no duela el cuerpo, ni la vida. Lo peor es el sufrimiento, pero no sólo el tuyo, sino el de las personas que te rodean, que no pueden soportar ver que has cambiado, que ya no eres lo que eras antes. Quieres pedir perdón por estar así, por no ser capaz de levantarte y echarle el valor necesario a esta vida, que la mayor parte de las veces no es cómo uno desearía, y sobre todo por rendirte sin ni siquiera haber luchado antes.
A veces sientes como si te encontraras en un pozo muy muy profundo, al que nunca le ha dado la luz. Por momentos intentas escalar y pareces vislumbrar un atisbo de luminosidad, pero no tardas en caer de nuevo y hacer tuya la oscuridad porque es la única forma que tienes de sobrevivir ahí abajo.
Y no quieres vivir así, en la oscuridad, no quieres que tus ojos se acostumbren a ella y te incapaciten para ver las cosas hermosas de esta vida. Quieres borrar tus obsesiones y manías para siempre, quiero ser tu de nuevo, y ser feliz solamente con el aire que respiras. Por eso céntrate en amar con todo tu ser a los que te aman (e incluso a los que no), a dormir y a soñar cosas bonitas. Busca siempre lo positivo y deja atrás lo negativo. Canta. Baila. Ríe, ríe sin parar y nosotros reiremos contigo.