Nov 27, 2014 - Cultura    No Comments

Báilame el agua

Un amor autodestructivo

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Cuando bajas a los infiernos nadie quiere acompañarte. Sin embargo en “Báilame el agua” son dos personas “completamente enamoradas” las que deciden emprender este camino juntos, en este caso al Madrid de los bajos fondos donde su amor autodestructivo los sumerge en una espiral de drogas, de prostitución y de miseria.
Aunque muchos critican que sea una película llena de tópicos, a mi personalmente la historia me atrae, sobre todo escuchando de fondo su banda sonora con la canción de los secretos “Pero a tu lado” o “El sitio de mi recreo” de Antonio Vega.

David y María, María y David; presos de una pasión que los va aniquilando poco a poco. Yonquis de las drogas, pero también de las palabras. Porque a pesar de que María en la escena final de la película le dice a David “tu siempre esperas gestos, yo palabras” termina sucumbiendo a la poesía, pidiéndole que le recite el poema que él le escribió, y que unió sus vidas. Parece que los papeles se cambien entre ellos: “Son sólo palabras” dice David, mientras ella confiesa “es lo que necesito”

 Báilame el agua

Úntame de amor y otras fragancias de tu jardín secreto.

Riégame de especias que dejen mi vida impregnada de tu olor.

Sácame de quicio.

Llévame a pasear atado con una correa que apriete demasiado.

Hazme sufrir.

Aviva las ascuas.

Ponme a secar como un trapo mojado.

No desates las cuerdas hasta que sea tarde.

Sírveme un vaso de agua ardiente y bendita que me queme por dentro, que no sea tuya ni mía, que sea de todos.

Líbrame de mi estigma.

Llámame tonto.

Sacrifica tu aureola.

Perdóname.

Olvida todo lo que haya podido decir hasta ahora.

No me arrastres.

No me asustes.

Vete lejos.

Pero no sueltes mi mano.

Empecemos de nuevo.

Sangra mi labio con sanguijuelas de colores.

Fuma un cigarro para mí.

Traga el humo.

Arréglalo y que no vuelva a estropearse.

Échalo fuera.

Crúzate conmigo en una autopista a cien por hora.

Sueña retorcido.

Sueña feliz, que yo me encargaré de tus enemigos.

Dame la llave de tus oídos.

Toca mis ojos abiertos.

Nota la textura del calor.

Hasta reventar.

Sé yo mismo y no te arrepentirás.

¿Por cuánto te vendes? Regálame a tus ídolos.

Yo te enviaré a los míos.

Píllate los dedos.

Los lameré hasta que no sepan a miel.

Hasta que no dejen de ser miel.

Sal, niega todo y después vuelve.

Te invito a un café.

Caliente claro.

Y sin azúcar. Sin aliento.

 

La noche es mágica. Me hace vivir, no pensar

El poema está escrito por Daniel Valdés, el autor de la historia. Y me gustaría recoger otro fragmento de la novela que no aparece en la película pero que merece la pena leer:

Prefiero morir vicioso y feliz a vivir limpio y aburrido. Prefiero encontrar una estrella en el fango a cuatro diamantes sobre un cristal. Prefiero que la estrella queme, sea fuego, a un tacto rezumante de frialdad. Prefiero besar el duro suelo veinte veces para llegar una sola vez a lo más alto a escalar poco a poco, sin caer nunca pero sin llegar jamás a la cima. Prefiero que me duela a que me traspase, que me haga daño a que me ignore. Prefiero sentir. Prefiero una noche oscura y bella, sucia y hermosa, a un montón de días claros que no me digan nada. Prefiero una cadena a un bozal. Prefiero quedarme en la cama todo el día pensando en mi vida a levantarme para pensar en la de otros. Prefiero un gato a un perro. Porque el gato te araña, es infiel, te ignora, se escapa, pero sabes que, a pesar de todo, no podría vivir sin ti. En cambio, el perro es tonto, no sabe nada, te obedece hasta el absurdo. Prefiero las mujeres gato a las mujeres perro, por las mismas razones. Prefiero el mar a la montaña. La vida es una noche tumbado en la playa, mirando las estrellas sin verlas, soñando despierto, dejando que la arena se cuele entre los dedos de mis pies, embriagado de todo. Y la noche, siempre la noche. Nunca la luz del sol. La noche es mágica. Me hace vivir, no pensar. Me pone en movimiento. Rompe mis esquemas. Prefiero las noches frescas de verano, andar con poca ropa, sentarme en el suelo y meterme algo de vida en el cuerpo. La mañana me sabe a dolor de cabeza. Me da sueño. Me quita las ganas de hablar. Me recuerda que soy mortal. Me recuerda que soy normal. La noche me hace único. Prefiero experimentar las cosas, aunque me hagan mal. Aunque me hiervan la sangre. Prefiero probarlo todo a morirme sin saber lo que me gusta. Y, más que nada, prefiero la vida que dan sus besos de caramelo y la suave caricia de su piel caliente.

 

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