Decía Aristóteles que “la amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas.”
La amistad no entiende de barreras ni de excusas. Tu estás desnudo ante esa persona, ella sabe todo de ti y aún así te quiere. Porque lo difícil es amar a alguien cuando ya has buceado en su interior y conocido su lado oscuro, sus fobias, sus defectos, y sus manías.
Y es que no hay tesoro más valioso, ni fortuna que se iguale a la suerte de contar con un amigo verdadero. Amigos…
De esos que no necesitan palabras para hablar, sino que se bastan con miradas.
De los que te levantan, aunque la piedra en la que tropieces sea la misma una y otra vez.
De los que conocen el significado de lealtad.
De los que escuchan y no sólo oyen.
De los que aportan equilibrio y franqueza.
De los que tienen una sólo cara (sonriente, la mayoría de las veces)
De los que perdonan lo imperdonable.
De los que aman incondicionalmente.
De los que ofrecen ayuda sin pedirla.
De los que alivian el alma cuando duele.
De los que brillan, incluso cuando todo está nublado, y fosforecen más que el sol.
De los que son un paño de lagrimas, pero también un baúl de alegrías.
De los que tienen risas estridentes y manos suaves.
De los que no juzgan ni reprochan.
De los que no mienten, aún sabiendo que la verdad duele.
De los que no tienen miedo a arriesgarse.
De los que tienen inquietudes y sueños.
De los que no repiten siempre lo mismo.
De los que no se pasan la vida esperando.
De los que huyen de la mediocridad.
De los que no se instalan en la rutina.
De los que hacen extraordinario cada momento.
De los que no se quejan por todo.
De los que no tienen “peros” en su vocabulario.
De los que se contradicen (citando a Whitman:
«¿Que yo me contradigo?
Pues sí, me contradigo. Y ¿qué?
Yo soy inmenso, contengo multitudes«)
De los que brindan a la vida y no temen equivocarse.
De los que leen.
De los que aprecian la belleza de las cosas simples.
De los que disfrutan mirando las estrellas.
De los que bailan y cantan aunque lo hagan mal.
De los tienen buenas conversaciones.
De los que sueñan despiertos.
De los que no son repipis ni engreídos.
De los que no se rinden y plantan cara a las dificultades.
De los que cumplen sus promesas.
De los que llevan fuego en su interior.
Mi admirado Jack Kerouac lo resume a la perfección:
“La única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas.”